domingo, 22 de enero de 2012

Elementales


«Tierra»
Soy cada una de las partículas que conforman el todo.
Me armo con piezas delicadas transformándome en una estructura sólida para que afirmes tus raíces, para que confíes en mí y crezcas.
Te acompaño incondicionalmente en tu proceso de crecimiento.
Sé que va a llegar el día en que nos separemos, por eso disfruto cada instante de nuestra comunión.
Cada pozo de ausencia lo lleno con las mejores flores de tu recuerdo.
Lloro tierra adentro, atravieso cada una de mis cortezas para renovarme.
Otras veces, oculto mis lágrimas entre la lluvia y no adviertes mi pena.
Soy cada una de las partículas que conforman el todo; juego a desarmarme para viajar por el aire, y acercarme en una brisa cuando te extraño.

«Agua»
Soy la primera sensación, compañía y soledad primaria, flotando entre útero y futuro.
Condenada a la maldición de ser sustancia inasible que se fuga entre los dedos.
De voz mansa si me estanco, me convierto en espejo de luna inmóvil, ceguera de Narciso. Alma en pena tocada solamente por la frialdad de la piedra.
Caudal inmenso, soy líquido manantial: soledad de hielo, vapor y quimeras.
No tengo esquinas ni sombra, soy lágrima de todos los llantos. Sangre del planeta: dulce, salada o mineral.
Cuando me siento sola miro el cielo; él me enseña de distancias e imposibles, a ser lluvia de su tormenta de verano o agua-nieve erosionando pulpa de montaña.
Soy la espuma insolente que borra tus huellas en la playa; la tierna humedad de ese beso destinado a ser nuestro.

«Aire»
Soy aire que fluye, se mueve, delicado, etéreo y –sin contratiempos– transparente.
Pero soy, también, capaz de transformarme en Tifón y abrasar todo aquello que se oponga a mi calma. Puedo crear huracanes y toda clase de tempestades con un sólo batir de alas.
Aire inmensurable, incontenible y, por momentos, invisible. En otros, imprescindible.
No sabés que estoy ahí hasta que me necesitas; soy tu alivio cuando las presiones te asfixian.
Vital e inestable, inconsistente y omnipotente. Soy aire que inspira y aire que expira. 
Soy aire sin frontera, trashumante, forastera en su tierra. Voy por muchos sitios y soy de ningún lugar.
Aire volátil, aire sin norma, no acepto las formas. Me adapto con facilidad si me encuentro contenida.
Ante el mínimo descuido me fugo por puertas o ventanas, por el menor intersticio o cualquiera de tus grietas.

«Fuego»
Danzan primitivas mis rojas lenguas ardientes. Lamen, abrasan, se enroscan.
Soy fuego apasionado, arrollador e incontenible. De chispa a llamarada en un soplo.
Brillo intensamente como hoguera o me escondo tímida en el interior de unas ascuas.
Envuelvo a los amantes y sus cuerpos, mas quemo luego sus cartas para exorcizar el recuerdo.
Me oculto en unas manos, unas pieles, en la flama ígnea de algunos ojos.
Escribo con sombras, con humo y hollín; te dejo mis marcas, mis llagas. 
Mi vocación es encenderte e iluminar; quemarte y marcar; darte calor y abrigo.
Me hago escombro o poema. Transformo. Destruyo. Incluso a veces me apago.
Y si ardo rápido, intenso y efímero, no temas; porque guardo en mí para siempre el polvo y las cenizas de cada infierno que arrasé.



jueves, 12 de enero de 2012

Positivo - Negativo

Cara
Dos latidos.
Dos almas que un día probaron todas las llaves de una puerta que había que cruzar para pisar descalzos un sueño de "casa con jardín" y amaneceres de luz y la sombra de nosotros en la tierra fértil; el amor hecho verbo, circunstancia y carne.
Tres latidos.
Al principio fueron los miedos, la incertidumbre, lo desconocido. Fue creciendo en sueños al compás de nochecitas de invierno y siestas perezosas bajo el sol tibio que entraba por la ventana.
Jugando a escribir historias con crayones sobre paredes recién pintadas, a dibujar personas con círculos y palitos. Esperanzas creciendo en la piel y escribiendo historias en el cuerpo.
Te supe antes de verte y me acariciaste por detrás del ombligo; sol creciente y brillante, las lunas eran mías fantaseando con tu pequeña fragilidad, con tu corazón viviendo en mi piel.
Procesos y cambios, rutinas alteradas. Dolores nuevos y sensaciones físicas extrañas. Algunos miedos y vacilaciones, pero todo palidecía ante la anticipación de disfrutarte, frágil y pequeño en mis brazos, apretando mi dedo con tus manos diminutas.
Tiempos extraños en un remolino de miedos y responsabilidad, ilusiones y esperanzas, hambre y sueño, mareo y náuseas para la dulce espera de tenerte, del lado de mi cuerpo donde se hacen posibles los abrazos.
Pocas incertidumbres opacaron la paz de esos nueve meses. Fuimos construyendo una pequeña intimidad de tres, susurrando sueños y proyectos, planeando futuros de todos colores. Sintiéndote crecer, moverte y estirarte; como mariposas en la panza, pero mejor.
Que se quede marcado en mi memoria para siempre el milagro de tu mano pequeña en mi cara, de tu boca mamando vida de mí.
Sos mis horas, la historia sin final pero feliz, una sonrisa indeleble, melodía que abraza, la calma de todas mis tormentas, mi instante más sublime, el más suave de mis éxitos.
Cada dolor, cada marca, cada estría, cada noche sin dormir y cada llanto cuentan una parte de nuestra historia.
Te has erigido como pilar y basamento, motivo de orgullos y temores. Quisiera protegerte y librar tus batallas pero me corresponde solo darte armas y alas, acompañarte mientras levantas vuelo.
El tiempo nos cambia paulatinamente, llegaste vos y me cambiaste de una vez y para siempre
Nadie va a echar raíces tan profundas, y sin ser una experiencia mística, llegaste a resignificar mi vida sin retorno.
Sé que emprenderás un día tu viaje, y yo me quedaré en el umbral guardando tus anécdotas, tu primera palabra, tus logros, orgullosa de haberte dado el equilibrio justo entre abrazo e impulso.

 

Cruz
A veces, cuando aturde el silencio, te asalta la curiosidad de saber cómo será tenerlos. Cuando esa vorágine te envuelve cuestionás si podrías adaptarlos a tanto caos organizado, a vivir al límite del tiempo.
Intentás saber cómo serías si no respondieras, sola y metódicamente, a pensarte satisfecha.
En un momento de tu vida te encontrás rodeada de mujeres que se sienten realizadas por la experiencia única de la maternidad. Hacés silencio, asentís, y te reservás opinar.
Los hijos, ese territorio ajeno.
Te preguntás si serías completa teniéndolos, sintiéndolos. Si lo serías evadiéndolos. Te asalta la duda, si esa sensación, transitoria o definitiva, de miembro amputado, de secuencia incumplida, de programa aplazado, es propia o aprendida.
No sé si es tan mágico, no sé si es imprescindible, ¿y si no lo fuera? Quizá mi amor se vería satisfecho con una pareja sin hijos.
No sé si quiero cambiar pañales, postergar mi vida dos o tres años, no sé si quiero ser la adulta que haga realidad tanta infancia jugando a dormir bebés.
Me cuesta proyectarme, observarme en acción ante esa actitud desconocida.
Quizá sea yo la que rompa con el molde ancestral.
Veo las panzas, escucho los llantos, huelo el desvelo. No encuentro mucho romance en todo aquello. Quizá la maternidad sea mucho más que eso y exija entrega que no simplemente se gesta.
Con tres décadas declaradas tengo que adivinar cuando llamar y visitar a las madres de mi entorno. Hablo de sexo entre gritos, llantos y raspones con olor a travesura; y algún sábado también accedo a ser niñera. Esos momentos donde a los ciclos vitales los ordena otro cuerpo; no importa si tenés hambre o sueño, ni siquiera si estás o no entera.
Aún sintiendo la alegría y la ternura que un niño te genera, no puedo evitar pensar si es posible hacer más ameno y certero el tránsito a la inmortalidad sin dejar en el camino todo aquello que no sólo disfrutás sino que también te define, o hacerlo sin pagar por eso tan alto precio.
Después de todo, ¿qué es un hijo sino un pedazo de eternidad en tus brazos?
Existe un tiempo, lo sé; espero llegar puntual al encuentro con la maternidad; sentirme pieza completa, saber que generé un mañana.
Puede que eso no suceda, y espero contar con un plan B que me haga eterna.