sábado, 30 de junio de 2012

Al fin, el fin

Por Luciano Arrabal



Cuando esa madrugada de mayo tibio Martita rondó las periferias de su departamento sospechó que lo bueno había pasado ya. Abrió la puerta de golpe. Esperaba  que su gato la oyera entrar y prendió la lámpara que luminaba dos revistas y un volumen de historietas sobre la mesa. Ni el minino negro la aturdió con maullidos, ni la luz tenue le cegó las pupilas.

Hojeó semidesnuda las viñetas. Una cara expresiva de tan triste le habló desde una página cualquiera de El Eternauta.

Hay ficciones irreales, piensa.
No, se contesta. Hay aficiones reales, se convence.

Había que verla. Allí. Sentada.  Con la mirada perdida en las viñetas de la vida.

Habría que haberla visto ayer. O tal vez antes, años antes, cuando una noche su personaje (mejor no demos nombres, che) le leyó en la mirada lo que ella quiso que le leyeran.  La borra de la vida en una copa y las líneas de los ojos en un cortado. Mala la leche y mala la vida.

Hay que verla ahora desde la viñeta viviendo el fin del personaje al que le abrió las hojas de par en par. Que le leyó la vida y del que nunca supo ni una palabra. Porque, piensa Marta, ya no hace falta verla, ustedes leen en estos ojos, eso que ya no duele.

miércoles, 27 de junio de 2012

Del amor, twitter y otros demonios

Del amor, twitter y otros demonios

viernes, 22 de junio de 2012

Algo no suena bien

Por @FerminPanadero



Si hacemos silencio, podemos escuchar como desafina nuestra especie. De a poco vamos rompiendo la armonía, vibrando en otra frecuencia. Cada vez se oye más ruido; nos estamos olvidando como suena la melodía de la naturaleza.

Es que todo está hecho de lo mismo: mismas partículas y moléculas. Sólo a través de los límites que impone el ego a nuestra percepción podemos sentir el tiempo, las distancias y por supuesto, recordar lo que somos.

En algún momento perdimos el ritmo. El tiempo se transformó en dinero y nosotros en entes que no hacen más que desear cosas, en su mayoría innecesarias. Cosas que para ser producidas, generan un daño colateral a nuestro planeta cada vez más irreparable. La violencia es moneda corriente, la vida vale muy poco pero se ha vuelto algo que debemos ganarnos vendiendo nuestro tiempo.

La armonía es el equilibrio de las proporciones, por eso mientras existan personas que mueren de hambre cuando otros despilfarran, será difícil volver a bailar al compás de la música.

Conocer el futuro nos hace esclavos del destino. Cuando sentimos que la realidad del presente nos enferma, sabemos qué futuro nos espera si no cambiamos el rumbo. Hoy tenemos la posibilidad de utilizar poderosos instrumentos de comunicación para combinar nuestros sonidos. Tenemos que tomar el control para luego perderlo y volver a sintonizar con el resto del universo.

Sueño con abrir los ojos y ver que algo estamos cambiando. Eso sería, en verdad, despertar.