lunes, 13 de febrero de 2012

El kilómetro



      De las ideas breves, me gustan las de un kilómetro. Las que apenas hacen que uno se canse al recorrerlas, al tiempo que ya nos han mostrado algo de paisaje y/o de realidades de las cuadriculadas.; además del uno, ese mito de la unidad, aunque las unidades así de convencionales tengan tanto de ciencia, de arbitrariedad, de demostración de poder de la impronta del hombre como tal en sus expresiones más puras o de las otras. La unidad interesada o interesante para el interesado si es que muestra uno de esos signos de los que hacen abrir los ojos al máximo y, de tanto, transcribirse en las retinas como en esos personajes de los cartoons; se ven de esos sueltos, fuera del papel, en sus papeles cotidianos y reconocibles, en sus carreras de nunca ganar más que cosas del mundo. Papeles, bah.
      A eso vamos, a eso nos mandan, ¿quién? ¡Dios! Dios manda, o dios chiquito y mundano -para los que no creemos-, que transmuta, que va siendo desde dioses amables a dioses que nos ponen en juego la continuidad de la vida sobre el planeta, de la nuestra y la de todo, porque somos testigos y sin nosotros nada habría, está claro. Pero no es que haya porque hicimos. Hacemos, sí, más que nada recorrer, mirar y tocar un poco esto para desviarle el rumbo o regar aquello y hacer que el sol le dé como es necesario que le dé. Eso en el caso de las plantas; otro cantar es el de los pájaros u otros bichos a los que hay que convencer, como, por ejemplo, de que se nos metan en el horno o duerman para siempre emparrillados y empanzados, que más vale no sigo.
      Pues nosotros que no creemos en el más allá (más allá de un kilómetro que es lo que uno hace sin apenas cansarse), no estamos menos convencidos, convencidos de que la cosa es finita, que terminaremos metiéndonos solitos, ya no en hornos (en general, aunque hubo generales que con un arma en la sien de unos mansos, mansos de hambre, no dejaron alternativa a muchos más que cien), sí en un agujerito, de los imperceptibles vistos desde el cielo, que en mi caso, queda (bueno, sí ¡más o menos!) a un kilómetro.





2 comentarios:

  1. Los amores, como el resto de las emociones, también deberían medirse en kilómetros de tiempo.-

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  2. Cuando me paro en la ansiedad veo kilómetros enormes, cuando me siento a contemplar más allá me doy cuenta que lo diviso con solo levantar la mirada. Depende, contado por Carlos el kilómetro parece hecho de algodón se toca, no es distante y se palpa suave. Gracias por acompañarnos en este viaje cortito.

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