lunes, 30 de julio de 2012

Silencio (o Historia de un herrero chino)


                                                                                         Fotografía de Cyril Byrne


           Hay quienes dicen que fue hace muchos años, algunos sostienen que no pasó tanto tiempo y otros, los menos, aseguran que el herrero aún no nació pero que lo hará y vivirá de acuerdo a esta historia (para ellos, profecía). La habitual aplicación del sistema de mayoría simple ha resultado en que la tradición oral, por la cual llegó a mis oídos el siguiente relato, lo trate de pretérito. Sobre el resto no existen más que algunas disgresiones anecdóticas entre las distintas facciones. Concuerdan todos en que el herrero era un hombre triste o, más bien, un melancólico resignado a una tristeza que no disfrutaba pero reconocía, no solo como propia sino también constitutiva, característica, definitoria. Tanto que el hombre dedicaba muchas horas a escribir sobre su tristeza (declaraciones de vecinos y de algunos clientes que no pudieron ser, sostienen que llegó a pasar varias semanas escribiendo, encerrado, hasta que el hambre lo obligaba a encender la fragua otra vez).

    En su último (y quizás el único) retiro prolongado el invierno lo sorprendió con el estómago vacío y sin leña. Atormentado por el hambre ideó una solución: quemaría algunos de sus escritos para cocinar una sopa y con algo caliente en el estómago saldría a buscar leña para poder reactivar el negocio. Usar cuadernos en blanco le pareció un despropósito; no quiso quemar posibilidades. Buscó una carretilla y la cargó con los más antiguos, aquellos en los que ya casi no se reconocía; fue hasta la cocina, hizo una pila en la hoguera y los encendió. A esta altura del plan, que estaba cumpliendo perfectamente, se detuvo.
Había comenzado a sentirse mejor pero no podía continuar con la sopa; no ahora que una duda lo asaltaba, no ahora que una línea de pensamiento le señalaba una hipótesis. Se volvió sobre la carretilla, tomó algunos cuadernos más y los arrojó al fuego. La inmediata sensación de bienestar le sirvió como prueba rotunda: quemar aquellas hojas de alguna manera lo hacía sentir bien; el fuego cambiaba tristezas por felicidad; olvidó el hambre y el frío; buscó más cuadernos. La tercera carretilla lo encontró cantando. No pudo dejar de bailar mientras arrojaba los cuadernos recolectados en su quinta incursión a la biblioteca. Al séptimo viaje la euforia ya se había apoderado de él; era un autómata adicto a la felicidad.

        Notó que recuperaba la lucidez cuando se vio observando el fuego que ya consumía las últimas páginas. Quemó cuadernos en blanco y solo logró descubrir, confirmando sus sospechas, que no funcionarían de la misma manera. Quiso volver a escribir sus páginas más recientes pero no recordó absolutamente nada. Consideró y descartó la idea de escribir tristezas inventadas. Nuevo plan: esperar. El frío y el hambre no tardarían en retomar el control, entonces podría escribir nuevamente, llenaría nuevas páginas con tristezas que arrojaría a la hoguera para cambiarlas por alegrías. Esperó algunos minutos pensando en la secuencia que seguiría, anticipándose un instante a cada consecuencia. Las anunció mentalmente e inmediatamente ocurrieron: ligera sensación de frescura, leve inquietud, incipiente molestia estomacal, enfriamiento de nariz y orejas, asomo de nerviosismo, dolor de estómago, escalofríos, acidez. ¿Combustión espontánea? Desconcierto, comprensión plena, nada.

4 comentarios:

  1. Dejar atrás el pasado, siempre es renacer. Pero primero hay que morir un poco. Preciosa fábula sobre ese momento tan particular en la vida de cualquiera de nosotros. Gracias por compartirlo con todos, Angus. Y gracias a las espadachinas por ceder este espacio. Besos y abrazos.

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    1. A veces veo la vida como una rueda de renacimientos parciales encadenados. Las cosas que mueren (y las que nacen) son las que nos hacen crecer. Las que no, son las que nos permiten mantener la identidad. Muchas y sinceras gracias por leer.

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  2. Lo mejor es lo irrelevante de que sea chino.

    Yo creo que, en realidad, es cordobés y en este momento está en Chile.

    Un fuerte abrazo, chabón.

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    1. ¿Quién no ha querido olvidarse de su historia y sus delirios en un sólo acto pero definitivo?

      De eso se trata la vida.
      Y la muerte.

      Excelente, querido.

      Vuelva pronto.Allí donde sea que nos volvamos a encontrar.-

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